Article de Maria Pau Lòpez
La Vanguardia del dia 11/11/10
La visión de unas monjas limpiando el altar de la Sagrada Família en la misa papal ha sacudido a sectores de católicos de la archidiócesis de Barcelona, sacerdotes incluidos, que ven ahí la plasmación de la poca relevancia femenina en la Iglesia católica. Estos días, muchos de ellos han hecho llegar su malestar a las benedictinas del monasterio de Sant Pere de les Puel•les, porque estas religiosas cosieron los manteles para el altar, lo cual hizo circular la idea de que eran ellas las monjas que participaron en la ceremonia.
La Vanguardia del dia 11/11/10
La visión de unas monjas limpiando el altar de la Sagrada Família en la misa papal ha sacudido a sectores de católicos de la archidiócesis de Barcelona, sacerdotes incluidos, que ven ahí la plasmación de la poca relevancia femenina en la Iglesia católica. Estos días, muchos de ellos han hecho llegar su malestar a las benedictinas del monasterio de Sant Pere de les Puel•les, porque estas religiosas cosieron los manteles para el altar, lo cual hizo circular la idea de que eran ellas las monjas que participaron en la ceremonia.
En el cenobio benedictino hay consternación por la concepción de la mujer en la Iglesia que, a su juicio, transmite esa imagen televisada. “En un momento de proyección mundial de Catalunya gracias a una ceremonia presidida por el Pontífice, se perdió la oportunidad de dar más relevancia al papel de la mujer en la Iglesia; eso nos ha dolido mucho”, argumenta Gertrudis Nin, abadesa de Sant Pere de les Puel•les.
Nin figura entre los signatarios del manifiesto catalanista de apoyo y bienvenida a Benedicto XVI suscrito por diversas personalidades civiles y eclesiásticas de Catalunya, que fue publicado en prensa italiana en vísperas del viaje. Por eso cree que “el domingo se desaprovechó una ocasión única de mostrar al mundo el papel de las mujeres en la Iglesia catalana”.
De similar parecer es Montserrat Biosca i Duch, presidenta del Col•lectiu Dones en l'Església, un grupo de católicas progresistas que lleva 25 años reivindicando más responsabilidad y visibilidad para las mujeres en la Iglesia. “Ha quedado patente, se ha evidenciado, que la jerarquía eclesial considera que la mujer tiene una misión diferente a la del hombre, que la mujer está sólo para prestar servicios secundarios –afirma Biosca, indignada–. Para los obispos y para el Vaticano, en la Iglesia no existe la paridad entre hombre y mujer”. En su opinión, “la imagen de todos los obispos vestidos de blanco, y de ellas con hábito oscuro, parecía de otra época, de otros siglos”.
La abadesa de Sant Pere de les Puel•les considera que “faltó sensibilidad hacia las mujeres por parte de los organizadores”, y ellas lo han sentido especialmente, pues confeccionaron con ilusión los manteles para ese altar, un bloque de pórfido –piedra durísima– traído de Irán. También cosieron el cojín para la sede papal y otras piezas de tela, y pintaron la velita que encendió el Papa como ritual de iluminación de la nueva iglesia. La frase pintada era “Ego sum lux mundi / Jo sóc la llum del món”, y el cirio fue encendido al poco de que las religiosas de Cristo Sacerdote limpiaran el altar y pusieran los manteles.
De ellas hablan con exquisito respeto todos los consultados por este diario. “Ellas ejercen así su vocación, es su libertad hacerlo; el problema es que haya hombres en la Iglesia católica que piensen que ese es un trabajo de mujeres”, argumenta la presidenta de Dones en l'Església. Según ella, haber incluido a algún diácono o seminarista en esa tarea concreta habría sido una opción de paridad.
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