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dissabte, 10 de juliol del 2010

Article de Pilar Rahola

Hoy, manifestación

Pilar Rahola - Cuando haya transcurrido la manifestación y ya sepamos cuántos catalanes ocuparon la calle para expresar lo que Joan Rigol llamó oportunamente "la dignidad catalana", aún quedará algo. Y no me refiero al tortuoso camino que tendremos que emprender para recuperar las sábanas perdidas con tanto lavado del Constitucional. Me refiero a nosotros, a quiénes somos, qué hacemos y a qué dedicamos el tiempo libre. We the catalan,esa especie de aguerridos ciudadanos que no necesitan a ningún enemigo invisible para hacer el ridículo. Veamos.

Hoy, finalmente, las calles de Barcelona contemplarán una manifestación que aunará a los líderes del Estatut ("juntos, pero no revueltos"), detrás de una pancarta que estará partida y será, pero a medias, para que pueda verse al lado del president, pero no delante, y detrás de una senyera que ya no será la bandera institucional, sino - en certera expresión de Arcadi Espada-,convertida en la pancarta, y…, ya me he perdido porque esto no es una manifestación, esto parece el caso de un psicoanalista. La verdad es que tanto los prolegómenos de la manifestación como el espectáculo político que ha ofrecido, sumados al extraño resultado final, todo ello ha sido de una falta tan brutal de sentido del ridículo, que obliga a una reflexión crítica. La cuestión es, ¿haremos esa autocrítica? O, adolescentes nacionales como somos, ¿nos dejaremos llevar por la subida hormonal de la mani, y nos olvidaremos de la cantidad de errores que hemos acumulado sin necesidad?

Por supuesto, no quiero aguar la euforia que, durante unos días, alimentará nuestras depauperadas almas - tan necesitadas de un poco de alegría-,pero en algún momento será necesaria la reflexión. Si para un simple lema de una manifestación unitaria, después de una agresión contra nuestras leyes, hemos montado este San Quintín incomprensible, ¿qué haremos si tenemos que hacer juntos algo más importante? Porque, perdonen, pero esto sólo es una manifestación, grande, brillante, lo que quieran, pero sólo es una manifestación. Y lo que queda después, orgasmos momentáneos aparte, es una sociedad que no sabe si quiere manifestarse en la calle por el Estatut o gritar "viva la roja", dirigida por unos líderes cuya mediocridad se asusta por una pancarta y con unos problemas endémicos, cuya solución no conoce, de momento, receta política.

Pido disculpas por ser tan clara, pero nuestro problema mayor no parece el enemigo exterior, contra el que hoy chillaremos, sino el enemigo interior. Fíjense en la pancarta de la polémica: "nosotros decidimos", gritamos reivindicativos. Y cuando podemos decidir, solo sabemos pelearnos por tonterías. Salgamos, pues, a la calle en un sábado como el de hoy. Pero mañana, recogidas las pancartas, recordemos que la peor miseria no es la ajena, sino la propia, y contra ella no sirve el cofoisme de fin de semana.