Pilar Rahola
La Vanguardia del dia 16/10/2010
Hace tiempo escribí que había algunos insignes próceres de la izquierda que, cuando veían a un sacerdote católico sufrían sarpullidos, pero cuando veían a un imán tenían un orgasmo. Ciertamente, la actitud que esa misma izquierda tiene entre unos u otros dirigentes religiosos, en función de sus patologías ideológicas, es tan notable que resulta una fuente permanente de humor o... de vergüenza. Lo cierto es que hoy en día, en esta España que, por suerte, ya no viaja bajo palio, darle a la Iglesia católica es un deporte generalmente exitoso. Primero porque la Iglesia más rancia, la que abunda en los recovecos de la Conferencia Episcopal, resulta bastante irrisoria. Y segundo, porque los católicos de fe y convicción son gente muy tranquila, perfectamente ubicada en el respeto a la libertad de expresión y muy acostumbrados a ser el saco de boxeo de todos los progres que quieren hacerse notar. Yaunque participo de la idea de que las religiones necesitan confrontarse con la libertad de opinión, me parece que esta veda que se ha levantado a la caza del católico es algo más que opinión. Es, en muchos casos, un resentimiento agrio que tiende a la intolerancia, tanto como nace del desprecio más profundo. Cosa que no consigo entender, porque, servidora, por ejemplo, que declara mi incapacidad racional para la fe, respeta profundamente a aquellos que, gracias a sus creencias, trabajan por un mundo mejor. No olvidemos que fue la Iglesia católica quien inventó lo que hoy se llama solidaridad y aún son sus acólitos quienes la practican con más ímpetu en todo el mundo. Es cierto que el Vaticano es una fuente de poder, históricamente más terrenal que espiritual, y también es cierto que el escándalo sobre pederastia es ignominioso y no ha sido bien resuelto por parte de la Iglesia. ¿Cuánto tardará la Iglesia en entender que no se trata de pecado, sino de delito, y en personarse como acusación particular en un caso de pederastia? Pero con todo, la Iglesia merece un respeto que hoy algunos le niegan gratuitamente. El caso del concejal de ICV Ricard Gomà, por ejemplo, que usa la revista del Ayuntamiento para llamar a manifestarse contra “el intolerante” Benedicto XVI en su viaje a Barcelona. Aparte de lo feo que resulta la propaganda política pagada con dinero público (¿por qué no usa el boletín de su partido?), y de lo antiguo del discurso, es notable el ruido que hacen contra el Papa y el silencio que mantienen contra algunos de los imanes fundamentalistas que contaminan el cerebro de centenares de personas. ¿Manifestarse contra el Papa y no contra el imán de Lleida? Curiosa manera de luchar contra la intolerancia. Especialmente notable si, además, quienes practican tamaña contradicción van por la vida blandiendo banderas de libertad. En fin, nada nuevo bajo el sol de la estupidez con que algunos decoran sus viejas ideologías.
La Vanguardia del dia 16/10/2010
Hace tiempo escribí que había algunos insignes próceres de la izquierda que, cuando veían a un sacerdote católico sufrían sarpullidos, pero cuando veían a un imán tenían un orgasmo. Ciertamente, la actitud que esa misma izquierda tiene entre unos u otros dirigentes religiosos, en función de sus patologías ideológicas, es tan notable que resulta una fuente permanente de humor o... de vergüenza. Lo cierto es que hoy en día, en esta España que, por suerte, ya no viaja bajo palio, darle a la Iglesia católica es un deporte generalmente exitoso. Primero porque la Iglesia más rancia, la que abunda en los recovecos de la Conferencia Episcopal, resulta bastante irrisoria. Y segundo, porque los católicos de fe y convicción son gente muy tranquila, perfectamente ubicada en el respeto a la libertad de expresión y muy acostumbrados a ser el saco de boxeo de todos los progres que quieren hacerse notar. Yaunque participo de la idea de que las religiones necesitan confrontarse con la libertad de opinión, me parece que esta veda que se ha levantado a la caza del católico es algo más que opinión. Es, en muchos casos, un resentimiento agrio que tiende a la intolerancia, tanto como nace del desprecio más profundo. Cosa que no consigo entender, porque, servidora, por ejemplo, que declara mi incapacidad racional para la fe, respeta profundamente a aquellos que, gracias a sus creencias, trabajan por un mundo mejor. No olvidemos que fue la Iglesia católica quien inventó lo que hoy se llama solidaridad y aún son sus acólitos quienes la practican con más ímpetu en todo el mundo. Es cierto que el Vaticano es una fuente de poder, históricamente más terrenal que espiritual, y también es cierto que el escándalo sobre pederastia es ignominioso y no ha sido bien resuelto por parte de la Iglesia. ¿Cuánto tardará la Iglesia en entender que no se trata de pecado, sino de delito, y en personarse como acusación particular en un caso de pederastia? Pero con todo, la Iglesia merece un respeto que hoy algunos le niegan gratuitamente. El caso del concejal de ICV Ricard Gomà, por ejemplo, que usa la revista del Ayuntamiento para llamar a manifestarse contra “el intolerante” Benedicto XVI en su viaje a Barcelona. Aparte de lo feo que resulta la propaganda política pagada con dinero público (¿por qué no usa el boletín de su partido?), y de lo antiguo del discurso, es notable el ruido que hacen contra el Papa y el silencio que mantienen contra algunos de los imanes fundamentalistas que contaminan el cerebro de centenares de personas. ¿Manifestarse contra el Papa y no contra el imán de Lleida? Curiosa manera de luchar contra la intolerancia. Especialmente notable si, además, quienes practican tamaña contradicción van por la vida blandiendo banderas de libertad. En fin, nada nuevo bajo el sol de la estupidez con que algunos decoran sus viejas ideologías.
Pilar Rahola
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