No respeto sus ideas, pero respeto su derecho a exponerlas; sólo así se fortalece la democracia La democracia es libertad; y libertad es, entre otras cosas, el derecho a expresar y defender las propias ideas. Cuando en una universidad resulta imposible que un líder político pueda desarrollar la conferencia para la que ha sido invitado porque unos estudiantes lo impiden, la libertad se resiente, la universidad contradice su espíritu y la democracia se debilita. No hay excusa ni justificación; ni puede minimizarse lo ocurrido. Por el contrario, sólo dándole una especial trascendencia, estaremos defendiendo la libertad.
Ciertamente, la discrepancia ideológica a veces descansa sobre bases irritantes. Puede ser que no se trate de visiones distintas de la misma realidad, sino de una discrepancia que altera, mortifica y hiere los sentimientos. Pero, a pesar de ello, incluso en estos supuestos, la libre expresión de las ideas políticas debe ser respetada. No respeto sus ideas, pero respeto su derecho a exponerlas. Sólo así se fortalece la democracia y la libertad.
Tolerar, a veces, es difícil. Pero sólo la tolerancia nos hace libres. Nos cuesta aceptar este principio; pero habrá que hacerlo y, especialmente, en la universidad.
No podemos permitirnos ninguna debilidad en este terreno. Cualquier fracaso en este campo de la libertad de expresión puede pagarse muy caro; de hecho, ya lo estamos pagando. Muy a menudo, en nuestra vida cotidiana, se suceden los incidentes que evidencian una tendencia preocupante a la reclamación de todos los derechos sin aceptar ninguno de los deberes correspondientes. Se quiere la libertad, aun a costa de los demás; mi derecho no termina donde empieza el del otro, sino que lo quiero sin límites, aunque ello comporte robar la libertad de un tercero.
La universidad, catedral de la libertad, del pensamiento y de la expresión, generadora de ideas y escenario de debates y de reflexión, no puede cerrar las puertas a las ideas que los políticos quieren expresar. Ningún grupo puede levantarse contra este dogma y, de hacerlo, debe ser definido como contrario a la libertad y tratado como corresponde a su agresión. El honor de la academia lo exige. La democracia debe demostrar que su razón de ser es, sobre todo, garantizar la libertad. En la universidad, especialmente
Miquel Roca Junyent
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